ENTRANDO EN LA NAVIDAD

La clase de Segundo de Infantil empezó la Navidad con un cuento, poniendo luz en un caminito, cantando un villancico, siguiendo la estrella que nos lleva a Belén,…

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Este es el cuento que contamos….

Acababa de aprender una canción.

Alguien le había dicho que con esa bonita canción podría ir a ver el nacimiento de Aquel a quien anuncia todo el mundo: los ángeles, los pastores, las aves, los peces,… y poder ofrecerle esa sencilla melodía que reflejaba todo el amor de su pequeño corazón.

Ojala pudiese ofrecerle alguna cosita más… pero solo era un niño pequeño, no tenía más que un poco de comida, una pequeña manta para las largas noches de frío,… y la ropa que ya estaba muy usada.

Anunciaban un rey…. ¿sería suficiente con esa canción?

  • Con esa canción, busca el camino infinito de los árboles. Ellos te conducirán hasta el rey.-le dijeron.

Pero no sabía qué hacer. Estaba frente el camino…larguísimo. Solo, tenía frio. Todo muy oscuro. Solo la esperanza y la ilusión de su pequeño corazón iluminaban un trocito.

Espera… había oído algo… shhhhhhhh….

  • Hola, ¿me ayudas? -. Era un pequeño conejo atrapado en un matorral.
  • En seguida, espera…. apartando estas ramas….cuidado no te lastimes… espera, espera…. ya. Puedes salir.
  • Muchas gracias.- dijo el conejito dando saltos hacia el bosque.

De repente, sorpresa…un trocito de aquel camino frío y oscuro, se había iluminado. Unas estrellas se posaron en lo alto de algunos árboles. Empecé a avanzar….

Aunque la luz de las estrellas daban calorcito y confianza, pronto se veía, de nuevo, en el camino,  la oscuridad del principio. Llegaba el final de la luz.

  • ¿Está bien?.- se había encontrado con una pobre ancianita que tiritaba de frío al lado del camino.
  • Tengo un poco de frío…
  • Espere….- de su malgastada bolsa, sacó la mantita que le protegía en las largas noches. Sabía, que al ir a dormir, tal vez, se arrepentiría, pero aquella ancianita la necesitaba. Y él, seguro, que se las arreglaría….
  • Gracias, hijo…- se despidió la ancianita, siguiendo por el camino.

Otra vez, sin esperarlo, los árboles que seguían el camino, se iluminaron como los del principio. De nuevo, las estrellitas se posaron arriba de los árboles y el camino volvió a reflejar calorcito y confianza. Siguió avanzando…

¿Cómo podía ser que las estrellitas bajasen del cielo e iluminasen este caminito? ¿sería el camino correcto hasta el nacimiento del Rey?

“espero ver un gran palacio, con adornos de oro, grandes banderas de fina seda, guardias reales con grandes espadas…. Uyyyyy…. Guardias… espero que me dejen entrar… ¡Vengo a cantar una canción al nuevo rey! Eso es lo que les diré.” Pensaba en estas cosas mientras se adentraba sin darse cuenta, de nuevo en la oscuridad del camino… frío.

Pensando en el palacio, no se había dado cuenta que ya caminaba en la oscuridad.

  • ¡Que se encienda la luz!- gritó.

Pero nada sucedió.

Despacito continuó la marcha. Sabía que quedaba poco para llegar hasta aquel ¿sería un palacio?, lo intuía, pero avanzaba despacito, muy despacito.

  • Ayyy, ayyy… – alguien se quejaba, lloraba,…

Pero no se encontraba en el camino. Estaba allí, dentro del bosque. Que miedo.

  • Ayyy, ayyy…- continuaba el llanto.

Debía entrar, parecía la voz de una niña. ¿estaría herida? ¿necesitaría ayuda? Debía comprobarlo. Poco a poco entró en la, aún más, oscuridad del bosque. La pequeña llama de su corazón, empezó a apagarse dejando paso al miedo, pero no podía dejar allí a aquella niña, que tal vez, estuviese herida. No debía permitir que el miedo desplazase la ilusión y la esperanza de su corazoncito. Debía ser valiente.

Muchas ramas bajo sus pies… cada vez más cerca de aquel llanto.

Era una niña, más o menos de su edad….

  • ¿te encuentras bien? .- la niña estaba llorando.
  • Ho…hola. No me encuentro muy bien. Me he perdido. Tengo hambre.
  • Dame la mano. Yo te llevaré de vuelta al camino.

La cogió de la mano y cuando se levantó, se dio cuenta que no llevaba zapatos.

  • Toma mis zapatos. Están viejos, pero te servirán.

Poco a poco, salieron del bosque… ella levaba sus zapatos y se estaba comiendo el último trozo de pan que le quedaba para el viaje. Daba igual, aquella niña lo necesitaba, igual que la ancianita necesitaba la manta, igual que el conejo necesitaba su ayuda… ¿cómo podría presentarse ante aquel Rey sin zapatos, con frío y hambre? Suponía que la guardia de aquel supuesto palacio no le dejará entrar…. Pero ellos lo necesitaban.

“Le cantaré mi canción tras las murallas, espero que le llegue. Seguro que le llegará,  la ilusión de mi corazón sigue intacta”.

Cuando llegaron al camino… de nuevo, sorpresa. Ohhhhhh!!!! No solo las estrellas volvían a iluminar el camino, sino que los árboles estaban completamente decorados con guirnaldas y brillantes bolas de mil colores.

Todas aquellas buenas acciones, toda el amor de su pequeño corazón, habían encendido la luz de las estrellas que les indicaban el camino hacia el nacimiento del Rey.

Allí en medio de aquel calorcito de de las estrellas, aquellos dos niños cogidos, aún de la mano, siguieron su camino. Se veía el final…

Pero no era el final que había imaginado. No había un gran palacio con torres de oro y grandes banderas, no había guardias en la puerta. Solo un humilde pesebre. Con muchos pastorcillos y pastorcillas ofreciendo lo mejor de sus humildes hogares… un buey, una mula… un papa, una mama y… allí, irradiando una cálida luz, un bebe. El Niño Jesús.

La niña y el niño se arrodillaron, de su corazón salió esta bonita canción…”